HISTORIA DE LA QUINTA COMPAÑÍA DE BOMBEROS "BOMBA ARTURO PRAT"

En 1872, Chile tenía alrededor de dos millones de habitantes y su producción de cobre era la más prolífera del mundo. Por esos años se fundó la Bolsa de Valparaíso, se creó la Cancillería y Vicuña Mackenna terminó la remodelación del cerro Santa Lucía, la alta sociedad santiaguina se reunía en la hípica y participaba de amenas tertulias en sus propias casas, en restaurantes como el “Cage” o en el Club de la Unión.

El 7 de Junio de ese año, mientras una treintena de jóvenes trabajaba en la idea de formar una compañía de bomberos, un grupo de estudiantes, cuya amistad tenía sus raíces en las salas de clases, decidieron formar por sí mismos, sin la ayuda de nadie, ni siquiera del Directorio del Cuerpo de Bomberos, una nueva compañía, la cual, por su organización y disciplina, sería una compañía modelo.

Pusieron en esta empresa todos los recursos de una juventud animosa y dispuesta a realizar sus sueños, al poco tiempo tenían los fondos suficientes para pedir una bomba a vapor a Inglaterra y para completar el material que necesitaban para hacer de ésta, una compañía eficiente. El primer reglamento, elaborado por los mismos jóvenes, aseguraba una disciplina inquebrantable.

El día 7 de diciembre de 1873 la compañía haría su ingreso formal al Cuerpo de Bomberos de Santiago, y sus treinta y un fundadores, debían vestir su impecable uniforme verde, color que marcaría las tradiciones de la Quinta.

Con en esa fecha el Directorio del Cuerpo de Bomberos de Santiago reconoce y acepta en sus filas a la Quinta Compañía de Bomberos de Santiago, Bomba América, nombre que sería sustituido en mayo de 1879 por el de “Bomba Arturo Prat”, en homenaje a quien rindiera su vida a favor de su Patria durante el combate naval de Iquique.

Con ello se consolidaba la idea del grupo de jóvenes liderados por Don Ruperto Marchant Pereira y asesorados por bomberos de otras compañías, experimentados en la lucha contra el fuego, que prontamente se incorporarían a las filas de la Quinta.

Su primer Director fue Don Jerónimo Urmeneta, y su primer Capitán fue Don Carlos Rogers, el primero conocido y destacado hombre público y el segundo, experimentado voluntario de la Primera Compañía de Bomberos de Valparaíso.

El acta de fundación señala que el objeto de esta nueva Compañía era cubrir una necesidad que se hacía sentir en el Cuerpo de Bomberos, por problemas de material, el que resultaba extremadamente pesado y difícil de operar, o por el contrario, demasiado ligero e insuficiente para el trabajo contra incendios. A esto se sumaba la centralización en la ubicación de los cuarteles, lo que hacía demoroso el servicio en nuestra ya extensa ciudad.

De esta forma, la bomba a vapor adquirida por la Compañía, ligera y eficiente para aquellos años, sería ubicada en el entonces desprovisto barrio Alameda, con el objeto de cubrir, no solo el centro, sino también la periferia sur de Santiago.

En ese tiempo, el trabajo que demandaba la extinción de incendios se repartía entre voluntarios y auxiliares; manejar pitones ante el fuego correspondía a voluntarios, pero el trabajo duro, agotador y menos espectacular, de bombear agua, retirar el material y desviar los cursos de agua para poder abastecerse, se dejaba a los auxiliares. Sin embargo, la Quinta, haciendo honor a su lema “Trabajo y Disciplina”, se compromete desde sus orígenes a desempeñar personalmente la totalidad del trabajo bomberil, pues se oponía, con su espíritu democrático e igualitario, a la existencia de distintas clases de bomberos, en el seno de una misma institución voluntaria.

Este sueño juvenil de formar esta particular Compañía de Bomberos, fue definido por sus propios protagonistas como “El bello pensamiento que nos ocupa”. Nuestros fundadores asumieron su sueño como un desafío y quien sabe hasta donde llegó la proyección que cada uno de ellos hizo en su mente, de esta nueva familia que se formaba.

Hoy, las nuevas generaciones de quintinos, aprenden en el diario vivir de la Compañía, las tradiciones que se han mantenido durante su historia, sirviendo a la comunidad bajo los principios de honor, trabajo, disciplina y compañerismo.

Así, la Quinta sigue formando jóvenes capaces de comprometerse con sus tradiciones y su historia, líderes que sepan conjugar la disciplina y la amistad, el trabajo y la responsabilidad, la tradición y la modernidad. En definitiva, líderes que, al igual que aquellos jóvenes de 1873, se atrevan a tener un bello pensamiento que los ocupe.